En una noche de fiesta, en ese ambiente de lujuria, de alegría, de búsqueda del placer, hay una perfecta oportunidad para observar la tremenda incongruencia que vivimos desde nuestra perspectiva limitada.

La noche aun no llega y ahí, en nuestra mente surgen muchos pensamientos, y muchas películas toman forma.

Todas esas películas tienen muchos finales posibles. Tirando de un solo hilo, se nos abren múltiples posibilidades.

Estas expectativas surgen y nos llevan a un escenario inexistente, a una fantasía. No tan lejos de tantas películas que hemos visto y navegan en nuestro inconsciente como parte de nuestra realidad.

Todas nuestras reacciones se basan en puras probabilidades, en ideas de algo que no ha sucedido y nuestra mente nos invade de visiones color rosa de como tenemos que vestirnos, arreglarnos, combinar colores, la blusa, los zapatos, todo tiene que cuadrar con la idea de lo que va ser.

La mirada es totalmente viciada, lo esperado invade la posibilidad de que algo fresco surja, de la creatividad del momento, simple y crudo.

Todos los movimientos son pensados, hay algo que no me permite equivocar.

La forma de estar, lo que digo, lo que hago, como me comporto, todo es un ritual, todo es una actuación, una sensación de prisión.

Una prisión que será liberada artificialmente con los estímulos externos que van permitir soltar los miedos, la vergüenza, las inhibiciones, las frustraciones, el estrés, los conflictos, las perdidas, todo se une a un momento de éxtasis que se ha creado para eliminar cualquier dolor que surja.

En ese baile que mantenemos toda la noche, aparecen los deseos, la oportunidad de encontrar a alguien o proteger a alguien del peligro imaginado, de las miradas ajenas que nosotros mismos queremos provocar.

En ese baile, en el medio de las luces, del sonido, los cuerpos se transforman en perfectas ilusiones, en escapes, en la soluciones de tantos problemas y frustraciones. En ese segundo se abre la puerta a la oportunidad de ser feliz.

Cuando nos permitimos sentir, apenas estar, apenas sentir, hasta poder escuchar el mismo ruido de las luces, la búsqueda de la libertad se congela y somos conscientes que en ese mismo movimiento, en ese baile que es la vida, ya somos totalmente libres.

Las expresiones nocturnas en esa fiesta, nos enseñan cuanto hermoso es el Amor que la vida constantemente nos otorga, permitiéndonos ver totalmente reflejados en este teatro de la vida. Y ahí apenas podemos aprender a Amar.

 

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