En cada mañana al despertar se presentan los primeros rayos de vida, me percato de la respiración, noto mi cuerpo, a veces se siento incomodo otras veces cansado o simplemente suelto y descansado. Aunque siempre vivo, hay una vida que está ahí cuando abro mis ojos.
Esa misma vida no llega, no aparece, ya está, como se yo estuviera dentro de ella, sin cualquier esfuerzo.
Cuando me surge la idea de la motivación me sugiere que hay como un movimiento mental que me lleva a querer ir a un lugar que no es lo de ahora.
Tengo que salir de lo que estoy sintiendo y motivarme. Porque hay que hacer y hacer y seguir haciendo, ser exitoso, ser mejor, cumplir mis sueños, llegar a mis metas, ser mejor ser humano, incluso ayudar a más gente.
Y ojo, nada de esto lo veo mal, ni bien, ni equivocado, es una forma, es simplemente una decisión.
Me recuerdo de niño cuando viajaba con mis padres en coche y a veces pasábamos por pasos de tren más remotos.
Como eran muy remotos, no tenían una señalización de seguridad automática (o una barrera), simplemente había que parar.
Y junto al paso apenas aparecía una señal que indicaba el peligro y decía: Pare, Escuche y Mire … y si, era mejor hacerlo porque los trenes no paraban.
Esto me ha llevado a esta dimensión de nosotros viviendo una vida humana en 2017. Estamos muy modernizados en tantas cosas pero en este aspecto no.
No paramos, no escuchamos, no observamos, apenas seguimos en automático, pasando sin más.
Nos cuesta parar, porque hay una idea que tenemos que hacer algo, que no hay tiempo, que el tiempo no se puede comprar, aunque parece que lo vendemos por eso no lo tenemos.
No escuchamos, apenas escuchamos el ruido mental, los que están de acuerdo con mis ideas, las criticas que me duelen.
No observamos, porque no estamos ni aquí, nuestra mente nos transporta a otros momentos, a otra realidad.
Hay como una capa en nosotros, lo veo como se fuera un invernadero, de eses que están llenos de plásticos para crear un efecto controlado en el crecimiento de las plantas.
En este invernadero surge una pequeña apretura, como se tuviéramos la nariz fuera para respirar y que nos permite reconocer la realidad.
Mientras no seamos capaces de darnos cuenta de esta capa, no seremos conscientes que nuestras plantas interiores necesitan la naturaleza tal como ella se presenta.
Mientras no veamos la belleza de nuestras sensaciones, no nos vamos permitir ser quien ya somos ahora.
Mientras no paremos para escuchar el silencio que hay aquí ahora y observar todo tal como se presenta, no vamos a poder transmutar el tiempo en libertad.
En esta cárcel que hemos construido tenemos la opción de salir de ella en cualquier momento, parando, escuchando y observando.
Hay muchos trenes en nuestra vida y mejor parar para verlos y escucharlos antes que alguno nos pase por encima.